domingo, 20 de marzo de 2011

La Plaza Nueva de Beas de Segura

Las plazas deberían ser centros de encuentro. Vayamos a la Plaza Mayor de Madrid, a la Corredera de Córdoba o a cualquier otra plaza de un pueblo y veremos que su característica principal es ser de una gran amplitud relativa a un mismo nivel que permite la reunión de un buen número de personas. Normalmente tienen unos árboles para sombra o algún elemento central (normalmente una fuente) de carácter emblemático para el pueblo. La plaza del pueblo es el centro neurálgico de clara vocación peatonal aunque conseve zonas transitables y en muchas ocasiones contiene los símbolos identitarios de la población.


En Beas de Segura tenemos muchas "plazas" (al menos de nombre): plaza de la Constitución, de San Marcos, de la Iglesia, del Sagrado Corazón, la Plazuela, etc. Pero si nos damos un paseo por ellas podemos comprobar que ninguna reúne actualmente los requisitos básicos para poder considerarse una "plaza" con las características que hemos mencionado. La Plaza de la Iglesia no deja de ser una calle donde los coches tienen una clara prioridad; la Plazuela más bien es un aparcamiento público; el Paseo o Plaza de la Constitución consiste en dos calles paralelas con una pasarela ajardinada en el centro que poca gente utiliza; la Plaza del Sagrado Corazón es una calle en cuesta con unos jardines a la derecha prácticamente inaccesibles (pues están rodeados de coches o de contenedores que no invitan a entrar). Pero no siempre fueron así, especialmente en el último caso. 

Con motivo de la demolición de la casa de nuestro misterioso amigo Joan Rruyz de Segura hemos buscado documentación sobre el entorno de la casa, la plaza que ahora se llama "del Sagrado Corazón" y que antes fue Plaza Nueva. Aparte de fotos que muestran cómo era hasta hace poco (una verdadera plaza) hemos desempolvado un artículo de Antonio Yuste publicado en la Voz de la Villa. A continuación transcribimos el artículo con el permiso de su autor, al que agradecemos su colaboración. 


LA PLAZA NUEVA




La razón de divulgar esta vieja estampa, la Plaza Nueva como era antes, no pretende destacar méritos monumentales sino históricos y tradicionales. Paisaje y paisanaje, en esta ocasión, se integran en una visión inédita (o más bien desconocida hoy) de lo que fuera y representó durante centurias.

Cuentan las viejas crónicas y documentos que ya existía con otra fisonomía al menos en el siglo XV, pero que fue a finales del siguiente cuando adquirió su elemental arquitectura urbana con ese lateral porticado y soportales escalonados, que siempre seguiremos llamando “Los Portalillos”; aunque, eso sí, huérfana de árboles y de agua. Porque la verdad es que no tuvo fuente hasta 1.807 año en que,  a petición del  Concejo y del Procurador Síndico de la villa, Fernando VII autoriza la traída de las aguas de Valparaíso mediante atenores de barro. De esta manera se construyó la fuente disponiéndola en el centro de la plaza sobre doble peana de piedra. Con abundante caudal,  sus tres caños de bronce surtieron a la población bien cumplidamente;  la sobrante se recogía en un pilón -pronto desapareció- ubicado en la parte baja, junto a la calle Ancha, que sirvió de abrevadero a las caballerías. Después se plantarían las acacias, para dar frescura y proteger de soles estivales, enmarcando su espacio cuadrangular, llano y más amplio que el actual con barbacanas de piedra trabajada en bloques. Vino a llamarse entonces, aunque vieja,  La Plaza Nueva.

Así se conservó hasta el año 1.943 en que sufre otra remodelación, eliminándose la fuente central  y construyéndose otra de dos caños adosada al muro de la calle Las Tiendas, talándose los árboles y erigiéndose un monumento al Sagrado Corazón de Jesús cuya imagen quedó entronizada y bendecida en 1.945 (día 24 de enero, festividad de la Virgen de la Paz) por el entonces párroco don Lorenzo Estero. No obstante, la plaza conservó intactas su relativa amplitud y las barbacanas.

Sería con la última reforma, ya en tiempos recientes, cuando perdió definitivamente sus características centenarias. Al ataluzar y ajardinarla en varios niveles, reduciendo las dimensiones en dos de sus costados para aparcamiento y ensanche de la calzada, porque parece estorbaban al tráfico, se convirtió en simple aunque agradable zona de pasaje en antagonismo con su auténtica vocación de centro neurálgico, vital y de encuentro. Porque esto es lo que siempre fue la Plaza Nueva: además de paso obligado de procesiones, de gigantes y cabezudos, de bodas y también de entierros, por derecho propio lo conjugaba con ser enclave privilegiado, salón de tertulias a cielo raso, centro de convocatorias, de chanzas, juegos y multitudes; registro y notaría de todo lo de Beas, de cuanto se decía o pregonaba. 

Del tiempo que hay memoria, y del que no queda, en su suelo empedrado se bailaban “Los Cristos” todos los catorce de septiembre; allí se reunían con celebraciones “las quintas” de cada año y por San Marcos la plaza era todo un clamor con “la fiesta del cuerno”. También sería por mucho tiempo alhóndiga, mercado diario del pescado traído de fuera y de las exquisitas hortalizas, frutas y legumbres de nuestras vegas y cañamares, acarreadas a lomos de caballería en aguaderas de esparto o de mimbre; se montaban tenderetes, como el de  “Juanico el Churrero”  o expendedurías de orujo serrano para entonar la madrugada... (todo lo cual y cada uno  de esos aspectos merecería crónica aparte).  Y después, a cualquier hora del día, la inefable presencia de unas mujeres en su tarea cotidiana, todo un ritual perdido, de "ir por agua a la fuente', esperando tocarles llenar cántaras y botijos. Ahí nos queda para siempre su imagen digna con la rigurosa indumentaria de negro. Estampa sencilla pero noble, hermosa y cosustancial a la historia de esta plaza que parece esperar su mudable destino urbanístico resignadamente entre ir y venir de cántaros de agua, el descanso tranquilo y sosegado, los bulliciosos juegos infantiles... mientras se avecinan las primeras lluvias otoñales que podrán reluciente su empedrado entre las hojas de las acacias.

3 comentarios:

  1. Antonio López Molina20 de marzo de 2011, 21:17

    Magnífico artículo. ¿Volveremos a ver una Plaza Nueva digna de un paseante y acorde con su entorno? Esperemos que sea pronto.

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  2. yo creo que hace falta una fuente buen suelo y arboles medianos y asientos



    juan de beas

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  3. Indudablemente, con las reformas del último siglo la Plaza Nueva ha perdido su identidad; sería interesante recuperar ese carácter de plaza castellana que históricamente tuvo.

    Ahora lo que tenemos es una "plaza muerta", porque realmente más que una plaza son un par de calles con un jardín central, que dan como resultado un espacio muy desaprovechado, invadido además por coches y contenedores de todo tipo.

    El cambio es necesario.

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